Se trata de un amuleto japonés de la buena suerte que, desde Japón, se ha ido extendiendo por todo el mundo.
También es conocido como el gato que saludaporque “maneki” procede del verbo japonés “maneku”, que se traduce como “invitar a pasar” o “saludar”; sin embargo, se trata de un gato que llama porque el saludo en Japón no se hace con los movimientos de los brazos, sino inclinando el cuerpo hacia adelante, a modo de reverencia.
Si bien el gato de la fortuna, otra de sus denominaciones, siempre está sentado, suele tener una pata en alto, normalmente la izquierda, para que atraiga a los clientes. Pero también puede tener en alto la pata derecha, en cuyo caso atrae la prosperidad y el dinero. Asimismo, aunque son escasos, pueden verse con las dos patas en alto, en cuyo caso se cree que protege al establecimiento. Se asegura que la altura de la pata también influye a la hora de atraer al público desde mayor distancia.
Al tratarse de un amuleto, también es importante el color de la figura. Así, si está decorado como si fuera una gata tricolor (negro, blanco y naranja), se pretende atraer la mayor suerte posible; el verde atrae la salud y la seguridad del hogar, así como éxito en los estudios; el blanco, como símbolo de pureza, atrae cosas buenas; los colores plata o dorado fomentan el éxito en los negocios, los de color azul hacen realidad los sueños, los de color rojo ahuyentan lo malo y atraen el éxito en el amor; los negros evitan la mala suerte y aumentan la felicidad y las figuras del Maneki Neko de color rosa permiten elegir a la persona con la que te casas, aunque suponemos que este apenas se usa hoy día.
No se sabe con certeza cómo nació y se desarrolló la figura del Maneki Neko, así nosotros os vamos a contar nuestra preferida y que data de la época Edo. Se trata de la historia de una gata tricolor de raza Bobtail Japonés que, desde un pobre templo budista, hizo señas a un acaudalado señor feudal que se resguardaba bajo un árbol cercano durante una tormenta. Ante esta sorprendente llamada, el señor feudal se acercó al templo y se hizo amigo del único sacerdote que lo habitaba, por lo que acabaron siendo amigos y nunca le faltó que comer; tampoco a la gata, que se llamaba Tama.
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